miércoles, agosto 09, 2006

Música que desgarra tímpanos

Sonic Youth
Si el ruido y la distorsión fuesen una Biblia para los devotos de la música, Sonic Youth sería el Antiguo Testamento. Este delirante y más bien subterráneo grupo neoyorquino, rebrote de la escena underground norteamericana concebida por obra y gracia de la corriente experimental “no-wave” que levantó polvo bajo las alfombras musicales más conservadoras de su país natal e incluso de Gran Bretaña, se alzó en los años ’80 como el hijo no reconocido en la profecía musical. Evangelizando a las masas con suculentos discos como Dirty y Goo, irrumpió en la tranquilidad de los hogares con pautas arrugadas e instrumentos golpeados, convocando a miles de seguidores y cruzando las fronteras de Estados Unidos, la tierra prometida del músico masivo. Manteniendo siempre su actitud underground, tocó las puertas de la inspiración de grupos posteriores como Nirvana y Hole, entre toda la camada grunge que colonizó las estaciones radiales en los ‘90.
Curiosa es la osadía de algunos críticos que califican a Sonic Youth como una banda noise-art-rock, considerando que en el “rock artístico” figuran grupos como Tool o la excéntrica Björk, ambos estimados entre los dioses del olimpo musical, según versados en la materia. Es por esto que otros, que nos consideramos modestos auditores y espectadores en una butaca más del teatro de la música, encontramos en la siempre bien ponderada frase “rock alternativo” la dignidad y definición prudente para tan ambiguo concepto acústico, que a ratos se acerca a The Cure, aunque la distorsión y los feedbacks pronto hacen perder la ilusión. Eso sí, Sonic Youth se erige como una de las autoridades de su clase, de notable habilidad en los instrumentos (y en la destrucción de ellos) y melodías confabuladas con el estrépito.
Su última producción es Sonic Nurse (2004), álbum a ratos ácido e ininteligible, donde las desafinadas guitarras y desfasados juegos de batería producen cierto desvelo, dando paso posteriormente a una calma y armonía inexplicable, digna de un Jim Morrison al micrófono. Justo cuando el auditor creía estar acomodándose en el sofá melódico, las cuerdas irrumpen con acordes que desgarran los tímpanos, fenómeno que se extiende por largos minutos de distorsión sin censura.
Sin duda, Sonic Youth es un concepto musical difícil de digerir para quien busque en la melodía una buena razón por la que el hombre posee la habilidad de escuchar. Añadir más violencia a esta belleza musical sería lanzar su discografía a la calle.

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